miércoles, 21 de julio de 2010

BIPOLAR


Hace siglos que no me nace escribir en este diario-blog y no es que no pasen cosas, que algunas pasan. Pero debe ser que no pasan las que debieran, no sé.
Mi vida se mide últimamente por las visitas a Ayoze, mi psicólogo. Nos vemos una vez al mes, así que ese es el tiempo que tengo para tratar de poner luz a mi vida. A medida que transcurre voy analizando lo que va ocurriendo: primera semana con Gumer en su isla, relajadita; 2º de bajona total por diversos motivos (ya no era llorar, ya era berrear); 3º euforia: voy a aprender a jugar en la bolsa, me voy a hacer rica y voy a mandar a paseo a mi jefe; 4ª escarceo sexual con un amigo, 1º euforia-alegría, luego depresión absoluta. Próxima cita, el viernes: no he hecho los deberes (tenía que quedar con una amiga para hacer una cosa determinada) y además me he sentido como metida en una montaña rusa, tan pronto allá arriba, como allá abajo. Ahora ando por los suelos, seguro que de aquí al viernes no hay mejoría, le va a tocar mal rollito al bueno de Ayoze, qué se le va a hacer...

lunes, 5 de julio de 2010

LOS TIPOS DE APEGO

Hay que ver cómo es la vida, cómo le gusta jugar con nosotros.
Resulta que cuando buscas desesperadamente algo (a alguien, una respuesta, una oportunidad) no lo encuentras y luego, cuando andas metido en otra cosa, se te planta delante de las narices sin tú quererlo.
Todo viene a cuenta porque leyendo el libro de Lucía Etxebarria, Ya no sufro por amor (que recomiendo) me encontré con la descripción perfecta de mi hijo, ese que me ignora. (El porqué yo leo tal tipo de libros o el porqué Lucía escribe tales cosas, serían también buenos temas de qué hablar, pero no es el momento).
Alude en el libro a la llamada "teoría del apego", formulada por John Bowlby. Partiendo de esta teoría se llevó a cabo un experimento en el cual diferentes niños jugaban en una habitación vigilados por su madre, que se sentaba tranquilamente en un rincón. En un momento dado, la madre salía de la estancia y venía a sustituirla una persona extraña. Los niños se comportaban según tres patrones claramente diferenciados:

a) niños seguros: que jugaban dirigiendo miradas a su madre de cuando en cuando y soriéndole. Cuando la madre se iba, el niño dejaba de jugar, pero se mostraba amable con el desconocido. Al volver la madre, el niño se aferraba a ella y luego volvía a jugar.

b) niños evasivos: cuando su madre estaba en la sala, la exploraban y jugaban con todos los juguetes, pero sin mirarla ni sonreirle. Si la madre se iba, el niño no dejaba de jugar ni se mostraba triste, se mostraba tan distante con el desconocido como con la madre, o a veces era más receptivo y amable incluso que con ella. Cuando volvía la madre, el niño no se acercaba a ella.

c) niños ansiosos: cuando su madre estaba en la sala no exploraban, sino que se aferraban a ella. Si la madre se iba, el niño se enfadaba muchísimo, no se mostraba amable con el desconocido y no se le podía convencer para que siguiera jugando. Cuando la madre regresaba, el niño se aferraba a ella desesperado y luego lloraba o se enfadaba.

Pues bien, como la infancia y la actitud de nuestros padres nos afecta tantísimo (o eso dicen), resulta que de adultos tendemos a repetir estos patrones y es aquí cuando al describir al adulto evasivo vi reflejada la personalidad de mi hijo. Frases como "cuánto peor se sienta su pareja menos apoyo le darán", "la intimidad emocional, la comunicación de sentimientos personales, la expresión de emociones o el contacto físico les crea incomodidad y malestar", "les cuesta tanto manifestar sentimientos como presenciar manifestaciones ajenas", etc. Si te enfadas con razón con un evasivo, éste no se disculpará y te acusará de histérica y montará en cólera. En otras ocasiones no se disculpará y tampoco dirá nada, dando la callada por respuesta o actúa con indiferencia, distrayéndose con otras cosas y sin prestar atención.

El libro está escrito, con buen sentido del humor, referido a la pareja, pero salvando las distancias resulta que esas eran precisamente las reacciones de mi hijo ante los problemas de convivencia que tuvimos cuando, unos 6 meses después de divorciarme, nos tocó vivir juntos y solos. Unas veces me llamaba histérica y decía que lo que hacía no era para tanto, otras mantenía un mutismo férreo ante cualquier intento por mi parte de comprender por qué actuaba como lo hacía y otras se distraía mirando las telarañas del techo, mientras a mi se me secaba la garganta tratando de llegar a un entendimiento.

El evasivo, según el libro, teme la intimidad porque ha sido maltratado en la infancia (el abandono o la distancia emocional) y la asocia, pues, con el dolor. De niño sufrió el abandono físico o psicológico...y se le quedó grabado a fuego en el subconsciente que depender emocionalmente de alguien puede ser peligroso.

El caso es que este niño fue abandonado dos veces antes de llegar a nosotros, mientras que sus hermanos solo fueron abandonados una vez, por sus padres biológicos. Él, además, estuvo un tiempo saliendo del centro con una familia de acogida que de la noche a la mañana lo abandonó, sin darle ningún tipo de explicación y sin despedirse. Así que no tengo porque sentirme culpable de que haya desarrollado esa personalidad, ya la traía cuando le conocí. Pero sí me duele mucho darme cuenta de que soy yo, ahora, la que paga el pato.

De todas esas historias sobre su vida anterior (cuando empezaron a salir con nosotros como familia de acogida tenía ya 6 años), lo poco que sé, lo sé de boca de los cuidadores, porque el supuesto informe que te dan cuando los adoptas nunca llegó. Por otra parte, entre los 12 y los 16 años llevé a mi hijo a un sin fin de psicólogos, psicopedagogos y demás familia y a todos y cada uno les expliqué todo esto que cuento. Ni uno solo de ellos me dijo ni una palabra sobre los tipos de apego, ni mucho menos como tratar a alguien que recela involucrarse emocionalmente.
Lo intenté, intenté llegar a él, romper esa barrera y como veía que no lo conseguía busqué ayuda, pero no sirvió de nada. Me siento una víctima y a la vez culpable. Yo, que he defendido a capa y espada que se pueden adoptar niños mayores de un año, que pueden adaptarse y ser normales (como lo son mis otros dos hijos). De hecho, este hijo del que hablo, sigue yendo a visitar a sus tíos y abuelos de vez en cuando y es una persona, en general, amable y bien educada. A los únicos que ignora completamente son a su padre y a mi.

Por suerte, según el libro, el modelo de funcionamiento de cada persona no es rígido y puede ser influido por experiencias positivas y negativas en las diferentes etapas de la vida. Ahora mi hijo vive con su novia, y con la familia de ésta, o sea en casa de los padres de su novia. Es la segunda vez que "adopta" otra familia como si fuera la suya. La primera lo hizo con la familia de su mejor amigo, que lo acogió como si fuera un niño abandonado (con sus 18 años cumplidos) y es que hay gente para todo. De cualquier manera, le deseo toda la suerte del mundo y ojalá tenga tantas nuevas experiencias positivas que le hagan llegar a confiar en alguien.

Desde que me tropecé con todo esto me he dado cuenta, de algún modo, que definitivamente estoy fuera de su vida, que tuve mi oportunidad y no la supe aprovechar. La herida, que nunca se había cerrado, sangra de nuevo y yo no puedo parar de llorar. Es por eso por lo que escribo todo esto (que seguro que con lo largo que es nadie se lo lee) para ver si con la magia de la escritura, consigo taponar un poco esa herida.

domingo, 4 de julio de 2010

SE BUSCA JEFE

SE BUSCA JEFE
que sepa sacar el máximo provecho a una persona inteligente y trabajadora, que con la motivación adecuada puede rendir mucho más que la media, a cambio del sueldo y el tiempo libre adecuados. Se ofrece persona inteligente, trabajadora, creativa, con conocimientos de inglés hablado y escrito, de informática, don de gentes para atender a clientes en persona o por teléfono. Educada, con buena presencia, culta y siempre con ganas de aprender cosas nuevas.


Me fui a ver a Gumer a su isla y lo pasé bien, mucho relax, mucho spa y conseguí desconectar totalmente, pero hete aquí que no hice más que llegar a la oficina y mi jefe, no pudiendo soportar la idea de verme tan feliz, me llamó a su despacho para recordarme que la cosa va mal, que sobra gente y que yo puedo estar entre ellas, sin ánimo de amenazar, claro. La última vez que me fui un par de días de vacaciones hizo exactamente lo mismo: sentarme en su despacho y preguntarme "¿qué es lo que tiene usted en contra mía?"...y yo que venía tan feliz.
Esta vez también se lució: frases del tipo "o estás conmigo o estás contra mi".
Creo que es un psicópata con manía persecutoria, que no soporta ver a la gente feliz y que además me tiene especial manía, vaya usted a saber porqué. Ya varias personas me han advertido de que lo que hace conmigo podría ser "mobbing". Yo solo quiero trabajar y vivir tranquila. Así que he empezado a desear que salga de mi vida para siempre, de la manera que sea, y como la suerte no toca si no juegas, ya he empezado a preparar otras oposiciones...cualquier cosa para saber que estoy haciendo algo para quitarme al psicópata ese de mi vida. ¡Qué asquito, Dios!