sábado, 13 de marzo de 2010

DESPEDIDAS

Al final, sin pensarmelo mucho, me fui el fin de semana pasado a ver a Gumer a su isla. Lo necesitaba. Descanso y sexo, poco más. Con Gumer está claro lo que hay. Lo más curioso es que estar con él me recordó al Ñoño y me entraron unas ganas locas de llamarle, pero me contuve, claro. En el fondo creo que lo que le pasó fue que le hice sentirse hombre objeto, jajajaja, ¡hay que fastidiarse!

Por lo demás nada ha cambiado, teóricamente. Sigo sin recibir los resultados de esa oposición que podría sacarme de esta isla y de esta vida y sigo teniendo el mismo trabajo cutre y frustrante. Eso sí, me dieron las notas de la UNED y los resultados son buenos (sobresaliente en inglés y notable en lengua), lo que me motiva a ponerme las pilas y empezar otra vez con las oposiciones. Hasta he empezado a fantasear con una nueva vida, diferente profesión, etc. sueños, nada más.

Mi padre celebró su 76 cumpleaños, muy fastidiado físicamente, pero lo suficientemente compuesto como para pasar un rato con toda la familia reunida o casi (¿he contado alguna vez que tengo un hermano muy capullo?). Aprovechamos la reunión para despedir a mi hijo, que se va el próximo miércoles a Nueva Zelanda. Para mi ambos acontecimientos tenían sabor a despedida. Lo de mi hijo, evidentemente lo era y aunque tiene sus ventajas vivir sola, sé que lo voy a echar mucho de menos porque es un gran compañero y un gran hijo, cariñoso y atento donde los haya. Y lo de mi padre, también tenía sabor a despedida, no puedo evitar pensar que este será su último cumpleaños. Es más, viendolo como está, hasta lo deseo. Puede sonar cruel, pero es lo que siento. Lo veo tan mal, sufriendo, que preferiría que muriera, aunque cuando ocurra lo voy a sentir muchísimo. Así que he tenido sentimientos encontrados, bueno, más bien enfrentados. La semana que viene cuando vea a Ayoze le diré que aún no estoy preparada para salir ahí fuera y tratar de relacionarme, de hacer nuevas amistades, aún sigo de algún modo anclada y sin fuerzas: no estoy preparada. Mi vieja vida sigue absorbiendo toda mi energía. Quién pudiera hacer como la protagonista del último libro que he leído, La última vida, de Claire Messud, que consigue romper de forma radical con su vida y empezar una nueva en otro lugar. Yo lo intento y sigo aquí estancada...

2 comentarios:

  1. Bueno, mitad y mitad, cosas buenas y cosas malas. Esperemos que poco a poco vayan primando las buenas sobre las malas.

    Una pregunta, ¿por qué se va tu hijo a Nueva Zelanda? (ya sabes que yo siempre estoy interesado en cosas para marcharme por ahí).

    Un beso Verónica

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  2. Hola, OS:

    ¡Qué bueno tenerte de vuelta! ¡Qué sería de este blog sin ti!
    Mi hijo se va a Nueva Zelanda nueve meses, a aprender inglés. No le gusta estudiar y vivir allí es la única manera de que aprenda bien el idioma. ¿Por qué Nueva Zelanda? Porque allí habrá menos españoles, menos posibilidades de coger un vuelo y volverse a la primera de cambio y porque sale igual que irse a Irlanda o a Inglaterra (el pasaje sale más, pero vivir allí sale más barato, así que al final viene a salir más o menos lo mismo) y ya de paso tiene la oportunidad de conocer un país maravilloso (y yo la de tener la excusa perfecta para ir a visitarle).

    Un besote, Os y gracias por tus comentarios.

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