miércoles, 6 de mayo de 2009

LAS MIL Y UNA NOCHES y medio porro.



Las tenía todas conmigo. Iba a ser una noche memorable. Tenía preparada la peli Las mil y una noches de Pier Paolo Pasolini y el medio porro que me quedaba.


El plan era fumarme el medio porro y luego partirme de la risa viendo la peli. ¿Por qué esta peli y no otra? Pues porque en mi afán de quemar el pasado quería revivir el momento en el que vi la peli por primera vez. Situémonos. Siglo pasado, más o menos. Yo tenía 14 años y un afán exagerado de aprender de todo menos lo que enseñaban en el cole. Mi cómplice, compañera de 15 años, propuso el plan: teníamos que ver a toda costa Las mil y una noches porque se la había recomendado su profe de literatura, que era un tipo de lo más progre. El problema, que era para mayores de 18 y en la prehistoria no teníamos ni Internet, ni, si me apuras, videoclubs, así que le pedí unas botas de tacón alto a mi prima, buscamos unos jerseys muy pegados, un poco de relleno para las tetas y mucho, mucho maquillaje. Teníamos que aparentar más edad, y lo conseguimos, aunque también conseguimos aparentar ser dos jóvenes de vida alegre. Vamos, que más que nada parecíamos dos prostitutas, jajaja.


Nos dejaron entrar en el cine (ahora estoy casi segura de que el tipo de la taquilla tenía claro que no éramos más que dos crías) y de entrada nos chocó ver solo 5 o 6 espectadores, todos hombres, desperdigados por la sala. Luego empezó la peli y solo recuerdo que nos reímos como locas (el sabor de lo prohibido, seguro). Sobrevivimos a la aventura, ninguno de aquellos tipos se metió con nosotras, ni nos ofrecieron dinero por nuestros servicios ni na de na. El caso es que yo recordaba aquella película como algo la mar de divertido y por eso la elegí para mi noche memorable.


Salí al jardín a fumarme el porro e igual que con la primera mitad, empezó todo a parecerme más brillante pero al poco mis perros (un perro y una perra) empezaron a pelearse por estar más cerca de mi (es que me adoran y me toman como una posesión) y decidí entrar en la casa. En cuanto me levanté, bufffff, qué mareo, me tambaleé. A duras penas llegué a la cocina dónde me caí redonda. Sí, me desmayé, aunque debió de ser sin estrépito ni nada porque luego no tenía ni un chichón.
Cuando volví en mi, me fui al salón a ver la peli y, nada, imposible centrarme, me dormí. Eso sí, lo poco que vi empezó a parecerme cosa de pederastas, sí, como lo oyen y es que los protagonistas deben de andar entre los 15 y los 18 (no sé si eso se considera dentro de la pederastia). Qué fuerte todo y qué patética yo, pero como no hay mal que por bien no venga, no más porros, por Dios, que parece mentira que olvidara que por algo los dejé en su día. Hay, Vero, que pena que me das, buscando como loca la salsa de la vida donde no la hay....

2 comentarios:

  1. Jode, ¿te desmayaste? jejejeje, desde luego es un gran motivo para no volver a fumar.

    Un besito

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  2. Si, jajaja, lo mío no tiene remedio, se me lía todo que es un gusto.

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